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¡Muy buenas tardes! 

Al llegar al final de dos días de intercambio, de desafío intelectual y, sobre todo, de compromiso colectivo con un modelo financiero que esté a la altura de los retos propios de nuestro tiempo; deseo expresar mi sincero agradecimiento a cada uno de ustedes: panelistas, moderadores, aliados institucionales locales e internacionales, a los participantes que han hecho posible este congreso, y muy especialmente a la ABA y FELABAN, quienes organizan este magno evento. 

Este congreso ha confirmado algo que ya intuíamos, pero que ahora se expresa con más claridad, y es que los pilares de la banca del futuro se están construyendo hoy, en una conjunción entre sostenibilidad, inclusión, tecnología e integridad. Este proceso requiere algo más que voluntad: exige visión, articulación y capacidad técnica. 

Nos reunimos aquí con la convicción de que la banca sostenible e inclusiva no es una opción, sino un imperativo para el futuro de nuestros países y nuestras economías. Hemos explorado las finanzas climáticas, la inclusión digital con enfoque social, la transición energética, la regulación con visión prospectiva y la transformación empresarial basada en criterios Ambientales, Sociales y de Gobernanza (ASG); esto con miras a avanzar en nuestra misión de convertirnos en un país más resiliente, que impulsa las finanzas verdes. 

La diversidad de miradas que aquí confluyeron —desde organismos multilaterales y bancos regionales, hasta reguladores, emprendedores y representantes del sector privado— demuestra que estamos avanzando hacia una nueva arquitectura financiera, que coloca las personas, el planeta y la sostenibilidad en el centro de la estrategia. 

Desde la Superintendencia de Bancos, celebramos este giro hacia una banca más consciente y robusta. Pero no lo hacemos como espectadores, sino como actores comprometidos con esta transformación. Por eso, quiero aprovechar este cierre para compartir con ustedes algunos de los avances concretos en esta dirección.  

Hemos integrado criterios de sostenibilidad tanto en nuestra gestión interna, como de cara a las entidades supervisadas. Contamos con un sistema de gestión ambiental que tiene una certificación por parte de Sostenibilidad 3R en su categoría oro; además, durante los últimos dos años hemos ejecutado una serie de talleres participativos de sensibilización para nuestras entidades supervisadas. Estos talleres han tenido como propósito introducir de forma práctica los llamados criterios ASG—, y crear un espacio abierto para la discusión sobre su integración en los modelos de gestión de riesgos. En estos encuentros también compartimos los resultados de una encuesta sectorial sobre gestión de riesgos ambientales y sociales, que nos permitió entender el nivel de avance, los principales retos y oportunidades percibidas por las propias entidades. 

Desarrollamos y lideramos un ejercicio piloto de análisis de riesgo climático junto al Consejo Centroamericano de Superintendentes de Bancos, de Seguros y de Otras Instituciones Financieras (CCSBSO), que tengo el honor de presidir, y cuya secretaria ejecutiva, Karina Velásquez, tuvo una excelente participación en el día de ayer; y con el apoyo técnico del INCAE. Esto permitió aplicar una metodología específica para evaluar los posibles impactos físicos y de transición asociados al cambio climático, dentro de segmentos seleccionados de la cartera de crédito. Esta experiencia  nos posibilitó, no solo generar información útil para la supervisión, sino también acompañar a nuestras entidades en la comprensión y la gestión de este tipo de riesgo, considerado no financiero, pero que hoy sabemos incide directamente en la solvencia, liquidez y continuidad de las operaciones bancarias. 

 

En otro orden, fuimos una de las primeras jurisdicciones en la región en implementar un ejercicio piloto para la aplicación de la Taxonomía Verde, con miras a la clasificación de la cartera de crédito comercial de nuestras entidades supervisadas. Dicho ejercicio, que contó con la participación voluntaria de cuatro bancos múltiples y dos bancos de ahorro y crédito, nos permitió traducir la taxonomía en criterios operativos concretos, y generar capacidades para su aplicación futura, una vez formalmente adoptada por las autoridades competentes. La información generada en este proceso será clave para fomentar una mayor transparencia en la canalización de recursos hacia actividades económicas que verdaderamente contribuyan al logro de los objetivos ambientales del país. 

Estas acciones reflejan nuestra visión: no queremos que la regulación llegue tarde, ni que las entidades caminen solas este camino. Creemos en una supervisión que oriente, que construya capacidades y que actúe como catalizador de cambio positivo.  

Más allá de los logros institucionales, este congreso nos deja un mensaje poderoso:  la transformación que buscamos no será obra de un solo actor, ni de una sola región, ni de una sola fórmula. Requiere una voluntad compartida, pero también reconocer nuestras particularidades. América Latina y el Caribe enfrentan retos estructurales en términos de desigualdad, vulnerabilidad climática y acceso a financiamiento. Esto exige soluciones a la medida, sin perder de vista los principios comunes que nos inspiran: equidad, resiliencia y sostenibilidad. Tenemos la certeza de que debemos ser parte del motor que acompaña la innovación con responsabilidad. 

No olvidemos, además, que estamos viviendo una coyuntura internacional de cambio profundo: presiones geopolíticas, disrupciones tecnológicas, urgencias ambientales, cambios demográficos. Ante este panorama, el sistema financiero puede —y debe— desempeñar un rol de ancla y de impulso. Eso solo será posible si adoptamos una mirada de largo plazo, si fortalecemos la gestión integral de riesgos y si construimos confianza. 

Como decía mi padre cuando le pregunté qué era un banquero: “es alguien que conoce bien el negocio de su cliente”. Hoy podríamos ampliar esa definición: un banquero sostenible es alguien que comprende no solo el negocio, sino también su impacto en las personas y en el entorno. Que mide, que anticipa, que gestiona y que se compromete con una prosperidad más amplia que la de su balance. 

Sabemos que el camino no es lineal. Exige colaboración, esfuerzo y —sobre todo— coherencia. Como he dicho en otras ocasiones: “el truco, señores, es que no hay truco. Lo que hay es trabajo, criterio y compromiso con los fundamentos”. Debemos ver la sostenibilidad no como discurso, sino como práctica diaria. 

Nos vamos de aquí con nuevos conocimientos, con nuevos vínculos y con una hoja de ruta más clara. Pero, sobre todo, con una certeza: la sostenibilidad no es un lujo. Es el único camino posible si queremos que la banca siga siendo un motor legítimo del desarrollo. 

Antes de concluir, quiero extender una felicitación especial a quienes fueron reconocidos y reconocidas por sus aportes e iniciativas en sostenibilidad e innovación financiera. Su ejemplo es una brújula que orienta a todo el sector. 

Agradezco, una vez más, su presencia, su atención y su compromiso. 

Que lo discutido aquí encuentre eco en sus agendas, en sus Consejos de Administración, en sus productos financieros y en sus estrategias de largo plazo. 

¡Muchas gracias! 

Fecha
15 / 05 / 2025

Congreso Latinoamericano de Banca Sostenible e Inclusiva

Palabras de cierre del superintendente de Bancos, Alejandro Fernández W. para el Congreso Latinoamericano de Banca Sostenible e Inclusiva.